on miércoles, 6 de octubre de 2010

Hay días en que nos despertamos y sentimos que varias cosas de nuestra cotidianidad son una especie de lazo que nos amarran a un círculo vicioso que nos impide explorar nuestra creatividad. Puedes suponer que ese lazo al que nos referimos es un trabajo alienante de arte finalista, un reloj que nunca te da la hora, un espejo que sin ninguna sutileza te estrella con la verdad o un logotipo a media página, producto de un brief que nunca debió ser aprobado.

Todos tenemos un lazo, de hecho mi perra “una medio labrador” tiene el suyo, pero a diferencia de nosotros su primera idea al ver su lazo frente a frente es la de alguien que acaba de proclamar su libertad; este lazo para ella es sinónimo de vivir, aprender, explorar, oler, conocer, correr, probar y por supuesto el inmenso placer que da el cagar (sé que no tiene mucho eufemismo decirlo de esta manera pero los perros no visitan el WC)

Así que siguiendo la línea de pensamiento que me propone mi perra me parece que una cualidad que deben tener todos los que confían en la primera idea es el hacer de nuestro lazo un instrumento para alcanzar la inspiración y no un pretexto de mala calidad en la cual sustentamos nuestras razones para no confiar y darle vuelo a nuestras ideas.