on miércoles, 6 de octubre de 2010





Mi primera idea fue ser publicista y me costó mucho trabajo seguir creyendo en ella. Desde el principio el mundo me fue diciendo al odio que eso de ser publicista era algo que no podía lograr y en verdad tenía que ser sensato, mis responsabilidades habían sido previamente impuestas como una huella digital de la cual no había trazado ninguna de las líneas que la forman. La necesidad de qué comer y qué vestir no daban pie para soñar.
Así que me vi envuelto en varios trabajos que poco llenaban los bolsillos y clamaban de sed las hojas blancas, vacías de rayones que bocetearán un futuro mejor. El brief ya había sido escrito y el presupuesto para llevar a cabo la primera idea nunca fue aprobado. Entonces tomé ese irrisorio presupuesto que la vida decidió entregarme e invertirlo en un prestigioso cartón a cinco años. No se si ustedes han tenido un deseo inconmensurable que no puedan esperar para poder sentirlo; pero esta primera idea es ese tipo de deseo.
Normalmente vivimos en un mundo infinitamente distinto del que queremos vivir, pero si por un instante lográramos tener la oportunidad de darle vida a eso que imaginamos, eso se llamaría utopía y para este caso eso se llamaría la primera idea.
Cuentan las universidades que hay que tener un título para ser publicista y en ese cuento lamentablemente no soy el personaje principal, sólo tengo para decirles a aquellos que siguen leyendo hasta este punto en este relato que yo no tengo un título, pero soy un profesional en ello que hago y sigo con la firmeza de mantener en pie mi primera idea. En cuanto a la experiencia creo que nunca es muy poca al igual que nunca será suficiente, así que en este momento creo tener la justa para cambiarla por una oportunidad.